BARRACAS TIENE UN LUGA ESPECIAL EN NUESTRO CORAZóN, ES NUESTRO LUGAR DE PERTENENCIA, ES EL LUGAR DONDE NOS PASAN LAS COSAS DE TODOS LOS DIAS Y ES EL LUGAR DONDE NOS SENTIMOS EN CASA.
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Fumarse un porro es menos nocivo que el alcohol. No lo digo yo. ¡Lo dice mi papá, que es médico!", sonríe Mario entre el grupo de amigos, parados en la vereda de un tradicional colegio de elite del centro porteño. Son tres varones y dos mujeres, de entre 16 y 17 años, desalineados, pero vestidos con ropa de marca.
"Conozco muchos pibes del barrio que están destruidos por el paco y la droga. Te cruzás con ellos y no te pueden decir dos palabras juntas. Son el mejor ejemplo para escaparle a todo eso", destaca Gastón, de 16 años Lo acompaña un amigo, Santiago (15), más callado y reticente. Enfundados en equipos de gimnasia y largas camperas y gorritas se protegen del frío en la poco soleada esquina de la escuela, una de las pocas secundarias de Barracas. Vienen de hogares humildes, en la frontera entre el asfalto señalizado y los callejones de la villa 21.
"Los fines de semana es cuando más fumamos. Puede ser por la calle, en la casa de alguno o antes de la fiesta o un recital. Es algo social", destaca Lucía, una rubia de ojos claros que esconde sus manos en las mangas del enorme sweater de lana que la tapa. "En la semana no da. Menos antes o después de entrar a clases. Hace unas semanas, por ejemplo, tuvimos los exámenes trimestrales y a mí no me daba. No estaba para nada relajado", acota Tomás. Antes de irse para casa, Victoria, una morochita de pelo corto y piercing en la nariz, reconoce: "Conseguir una pastilla de éxtasis cada vez es más fácil. En cualquier fiesta privada o en un boliche te la ofrecen. Yo probé, pero porque me la acercó un conocido. Sabía que no estaba tomando cualquiera y que él me iba a cuidar si me pasaba algo".
Gastón y Santiago se divierten saliendo a bailar. La excursión incluye alcohol ("bastante", enfatiza Gastón) y algún que otro porrito ("siempre alguien te convida", dice Santiago), pero no drogas duras. "En el barrio venden cocaína, pero es mala. No voy a entrar en esa, porque salir es muy difícil. Mis viejos hacen un esfuerzo muy grande para que yo estudie", recalca Gastón. "Mi papá siempre me marca que no entre en la droga, que me quema la cabeza, que voy a terminar arrastrado en la calle como muchos pibes del barrio que no tienen 20 años y ya están como muertos", recuerda Santiago.
En la vereda de la otra escuela, los chicos reconocen que hablan de manera abierta con sus padres. "Mis viejos saben que fumo porro y lo toman como algo natural. Ellos también de jóvenes fumaban. Y ahora, de vez en cuando, seguro que alguno se prenden, ja", imagina Juan (16), un grandote de rulos enredados que parece no sentir el frío. "Los míos no, y tampoco me gustaría que se enteren. Es algo mío, un ritual que hago con mis amigos", cuenta Lucía de manera franca.
En un recorrido habitual arriba del17 rumbo a la facultad, observe con gran asombro, que las puertas de entrada de la guardia del Hospital de Niños Pedro Elizalde, escupía gente. Mujeres con niños en brazos, padres caminando de un lado a l otro de la sala, gente aglutinada en la puerta, dando la ultima pitada de ese cigarrillo que ayuda a soportar una espera interminable.
Tal cual como fuera la campaña sin éxito que se realizó sobre prevención del dengue, estas vez los padres no escatiman paranoia, y, comulgando con el pedido de los medios de comunicación, y el gobierno nacional, las consultas médicas por sospechas de gripe porcina se multiplicaron por miles, colapsando un sistema de salud precario e insuficiente.
Pero como, no era que ante cualquier duda había que consultar al médico.
La realidad es que el miedo alentado por el desconocimiento y la masividad del tema, genera un nivel de paranoia interesante. En el colectivo, la gente mira con ojos desconfiados a todo aquel que tose o estornuda al aire, y las guardias de los centros de salud son caldo de cultivo, donde se mezclan casos sospechosos de gripe A, casos de gripe común (típica de esta época del año) y resfrió fuertes.
Creo que esta vez, por osmosis, repetición o miedo, hemos aprendido por un vez a ser educados, a lavarnos las manos al entrar a casa, a taparnos la boca al toser, o cubrirnos la nariz al estornudar, “respetando al otro” parafraseando a Guillermo Lobo de TN.
Debemos usar esto de una manera positiva, escuchar la informacion con atencion, sin alarmarnos. En 73 países se reportaron 25.579 casos de infección humano por virus Influenza A H1/N1 con 139 fallecidos, en todo el mundo.
En Argentina, los casos de Gripe A , no superan los 300, mientras que la gripe comun ya afecta a mas de 4 mil personas. Seamos precavidos, pero seamos inteligentes, la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer...
Les dejo este video de Trailer sobre el tema. Gracias Javi!
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