22
PLAN B
por Carlos Mohnen


Hay un juego que se define por fuera de sus fronteras lúdicas esenciales. Va más allá de un par de arcos, un silbato y algunas líneas de cal rectangulares o circulares. Escapa de una pelota, sus jugadores y sus ropas. Las tribunas no pueden contener todo lo que lleva aquello que ya no es sólo un juego. Porque se juega en casas, bares y oficinas. Calles y callejas. Perdió inocencia, ganó sentimiento. Sumó profesionalidad, restó divertimento. Ya no entretiene, ahora preocupa. Y todo lo que era en sus inicios se transformó, mutó a un estado del cuál no se vuelve. Porque forma parte del todo. Creció, se volvió humano.


Se mezcla con la familia, se entrecruza con la política, se relaciona con el mercado, se yuxtapone con la sociedad y contrasta definitivamente con la razón y la tranquilidad.

La emoción ante la presencia del once titular saliendo a “combatir” impide ver la sencillez del acto. Es un deporte sí. “Son 22 tipos atrás de una pelota” dice la visión consensuada, mayoritariamente femenina, que corre por carriles ajenos al fútbol. La perspectiva externa es racional así como irreal, ya que en la realidad prevalece la desmesura pasional y esos 22 son la esperanza de miles. Probablemente no sea casualidad que justo ese sea el número de jugadores. Es el número de la locura, se gritan insultos y palabras de aliento separadas por diez segundos de resignación, algún aplauso u otro ademán. Cualquier mente decente podría darse cuenta que nada de lo que alguien haga desde afuera puede afectar el resultado del juego y sólo quedaría mirar y esperar. Pero no funciona así, no se piensa, no se siente de esa manera. “Se juega como se vive” es otra de las voces con cuerpo, esta vez desde la óptica futbolera. ¿Y que más queda? El fútbol es como una religión, se cree o no. No hay un Dios, sino jugadores elevados a ese pedestal por defender el sentimiento de los fanáticos. No hay cruces, sino banderas que promueven una eterna guerra de colores dispuestos en determinadas posiciones que significan algo para alguien. Por sobre todas las cosas: Significan.


22 seres humanos adentro de una cancha, con la atención puesta solo en ella, que podría ser una mujer pero no lo es. Se le parece, ya que en algún momento los participantes la besan y en otros la patean. Se la acaricia, se la agarra, se escapa, te la envidian, todos la quieren, a favor, y algunos hasta la comparten. Te puede hacer feliz o arruinarte la vida. Cuantas asociaciones respecto de ella pueden posicionarla como el primer amor de algunos, como la belleza ideal o el círculo perfecto. Es lo que produce un “deporte” que llega a negar la presencia del rival con un simple “No existís”, como si lo que estuviese en frente fuese intrascendente. La competencia por “ella” lleva a límites inexplorados en dónde la cábala aparece como valor fundamental y el ridículo no tiene vida, al menos mientras el hipnotismo de “ella” persiste rodando.


Siempre hay matices: caño, gambeta, sombrero, enganche, taco y rabona. Fútbol Champagne que se le dice. Pierna fuerte, despeje, cierre al piso y cruce violento. El antifútbol o comúnmente denominado “picapiedra”. Nada que ver con Pedro y Pablo.


Sea cuál sea la esencia, todo sucede con el fin de ver una pelota dentro del arco contrario y alejarla del propio. Sea cuál sea su razón fundante ya es pasión de multitudes, es el espectáculo por excelencia a nivel mundial y finalmente es lo que nunca dejó de ser: barro de barrio. Por eso Barracas también tiene sus 11. Existe y ningún razonamiento aristotélico podría refutarlo. Porque no entiende razones. Porque es “cosa de locos”.

1 Response
  1. Soledad G. Alemán Says:

    Romina y Carlos, los felicito por la revista. Está bueno que Barracas tenga una publicación, y desde otros barrios poder conocer lo que allí sucede.

    Es interesante en la nota "22" la analogía del fútbol con la mujer... Aunque, en mi opinión poner a la mujer a la altura de un deporte, lo creo poco apropiado. Igual, es una comparación funcional a esta época y a esta sociedad.

    Nuevamente felicitaciones por ustedes y por el barrio!

    Soledad G. Alemán


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