PLAN B
Misionan en una villa de Barracas y los amenazan. Las víctimas asisten a chicos de un asentamiento junto al Riachuelo.

Foto:
Augusto Famulari

Era un sábado tranquilo, hasta que dos hombres de unos 40 años llamaron a la puerta. Uno de ellos se encargó de que el mensaje se entendiera bien: "Sabemos lo que están haciendo. Esta vez vinimos en buenos términos. La próxima vez no va a ser así. Este es nuestro trabajo". Se fueron a pie.

Nicolás Rodríguez Saá, que los había atendido, entró en la casa pálido. Al principio, los demás integrantes del grupo Todo Empieza por Tus Manos no entendían qué había pasado. Minutos después, a nadie le quedaban dudas: habían sido amenazados porque a alguien le molestaba su tarea social con chicos que viven en la villa 26 bis, a la vera del Riachuelo, en Barracas.

"Nos vinieron a apretar", les dijo Rodríguez Saá a sus compañeros. Pero la duda aún los carcome. "¿Por qué la amenaza? ¿Qué hicieron que molestó a alguien?", se preguntan. Sospechas tienen: habían comenzado a trabajar con los padres de los niños. "Creemos que molestó que comenzáramos a vincularnos con los adultos. No quieren que la gente se organice y piense. Nunca imaginamos que podía pasar algo así, pero hay mucha gente que se beneficia con la miseria. Creemos que hay que reforzar el vínculo familiar", resumieron a LA NACION Julieta Martín, de 26 años, y Mariana Castelao, de 23, integrantes del grupo.


Denuncia y ayuda


Cuando el miedo y las dudas surgían, Todo Empieza por Tus Manos consiguió la colaboración de la Comisión Pro Bono del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, que atiende en forma gratuita casos de interés público. El letrado Juan Pablo Vigliero lleva adelante la causa de las amenazas.


La denuncia de Rodríguez Saá y Martín Annarumma Alberti recayó en la fiscalía de instrucción porteña N° 24, a cargo de Sandro Abraldes. La presentación la hicieron ellos porque los dos hombres que amenazaron a la institución, al llamar a la puerta, preguntaron por Nicolás y Martín. Ambos tuvieron custodia por unos días, por orden judicial. Después del "apriete", un par de sábados no fueron a la villa. Volvieron con cautela, y ahora están convencidos de continuar con su tarea social allí.


El grupo, fundado por un ex alumnos y misioneros del colegio salesiano Santa Catalina, comenzó a trabajar en la villa en 2007, dando apoyo escolar a los niños. Los voluntarios, casi todos estudiantes de carreras relacionadas con la docencia, iban allí los sábados a la tarde. Después de lo educativo hacían actividades recreativas y, al final, tomaban la merienda.


Este año, ampliaron el alcance de su tarea social. "Quisimos inculcarles a los chicos valores para que se alejaran de la discriminación, la violencia y para que no discutieran entre ellos", explicó Castelao. Para lograrlo, agregaron un taller de murga y otro para fabricar juguetes, en los que trabajan en conjunto y comparten. "Queremos que sepan que la creación es de todos. Enfatizamos la importancia de la unión", dijo Castelao.

Ese es el camino por el que ellos quieren andar, a pesar de las amenazas.


Fuente: Gabriel Di Nicola // LA NACION
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